Ablación tumoral
Consiste en colocar de manera muy exacta y guiado por una técnica de imagen, una o varias agujas en el centro del tumor a tratar. Estas agujas por distintas tecnologías aplican una energía que destruye de manera predecible y controlada un volumen de tejido eliminando así el tumor. La ablación puede llegar a ser curativa en algunos casos y tiene un alto nivel de evidencia científica.
Entre las tecnologías de ablación más conocidas están la radiofrecuencia, las microondas o el láser (destruyen tejido a altas temperaturas); la crioablación o crioterapia (destruye tejido mediante congelación) y la electroporación irreversible (destruye tejido sin usar calor ni frio empleando pulsos eléctricos muy cortos pero de mucha intensidad).
La forma más frecuente de realizar una ablación es percutánea, es decir, con una aguja desde la piel sin intervenir quirúrgicamente al paciente.
Comparado con la cirugía convencional la ablación causa menos complicaciones y tiene un tiempo de recuperación más corto pudiendo llegar a realizarse únicamente con anestesia local y una sedación ligera en determinados casos. Si el tumor es de difícil acceso, esta técnica puede realizarse en combinación con cirugía, donde un cirujano expondrá el órgano afecto y posteriormente se realizará la punción del mismo guiado por ecografía
Los órganos susceptibles de tratarse con ablación son tumores hepáticos, tumores pulmonares, tumores renales, tumores de páncreas, tumores óseos y de partes blandas o tumores de tiroides.
La ablación es un tratamiento que con frecuencia debe combinarse con quimioterapia o cirugía.